A Yezid no hay que hablarle de resiliencia y conectividad. Desde los ocho meses, cuando una fiebre ardiente apagó una parte de su cerebro dejándolo con una discapacidad intelectual que afectó su comunicación verbal y procesos de aprendizaje, Yezid Aguilar ha crecido a punta de amor y resiliencia, en esa lucha
que todos tenemos entre conectarnos internamente y desarrollar un lenguaje con el resto del mundo.
La pandemia lo sorprendió y tuvo momentos de rabia ante la quietud decretada y el cambio de rutinas tesamente aprendidas a lo largo de la vida; momentos de desazón por el exilio de la calle y la distancia de sus compañeros de trabajo; ratos de temor a que el encierro se quedara y le robara el universo cotidiano que aparecía por la ventana de la buseta en ese tramo de libertad entre el trabajo y la casa. Tuvo miedo a perder el puesto, a no tener para los servicios, a dejar su vida como la conocía con casi 45 años encima.
Un celular corporativo de Homecenter fue tabla de frustración y salvación. ¿A quién no le costó lanzarse a otra vida desde las plataformas digitales? ¿Quién estaba listo a amarrar los ojos a una pantalla? Con internet prestado por los vecinos y acariciando la tecnología como acaricia a sus gatos, Yezid domesticó el WhatsApp y a Google Meet. Asistió a todas las reuniones virtuales con Best Buddies y superó de viva voz cualquier distancia. Sí, Yezid aprende más lento, pero sonríe más rápido que cualquiera.
Así navegó su vida y la llenó con todos los oficios caseros, excepto cocinar. Esa rutina, combinada con videos para aprender manualidades, produjo pulseras, materas recicladas, dibujos de mariposas y de su Lupita querida, a la que le pide por la frágil salud de doña Fanny, su mamá. Ha sido duro porque “estoy muy solo en mi casa. Antes tomaba fotos, pero ya no” al heredar de su hermana un celular más sencillo. “Me gustan las video llamadas, la música de Shakira y el vallenato suave. Cuando estoy triste, confío en Dios, camino y pinto”.
La pandemia lo hizo crecer como hijo y persona. Ahora se altera poco y se conecta mejor con la realidad. Hoy sabe cuidar a otros y asegura que “lo bueno de la pandemia es que une más a la familia, a la gente. Aprendí a tener la mente ocupada en todo momento y así todo sale bien”. Suelta su bella sonrisa y nos da otra lección de resiliencia.
Texto de Poly Martínez
Fotografía de Lucho Mariño
El texto y la imagen hacen parte del Calendario Best Buddies Colombia 2022 - Historias de un año como ningún otro.
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