Dentro de la lógica del desarrollo, la inclusión de las personas con discapacidad es un aspecto clave que se debe tratar de manera transversal -y no aislada o atomizada- en los asuntos de educación, salud, trabajo y vivienda, entre otros... para lograr avances significativos. La existencia de sociedades más inclusivas, al mejorar las condiciones de salud, contribuye a la disminución de la pobreza multimodal; al bienestar y la equidad; al cierre de brechas educativas, y a la permanencia de la paz y la Justicia social.
Históricamente, la discapacidad ha sido abordada de diferentes maneras (Velarde, 2012). Durante la Antiguedad y la Edad Media se desarrolló un modelo de prescindencia el cual explicaba los orígenes de la discapacidad desde nociones religiosas, lo cual resultó en la exclusión de las personas con discapacidad de la sociedad a través de políticas eugenésicas o de marginación. Más tarde, a partir de la primera mitad del siglo XX, se adoptó un enfoque médico o de rehabilitación que, a partir de explicaciones científicas, buscaba entender el origen de la discapacidad y se planteaba la posibilidad de la "normalización" de las personas con discapacidad a través de un proceso de rehabilitación (Velarde, 2012).
En la actualidad, la discapacidad se entiende como un fenómeno social, en tanto se señala que las restricciones que tienen las personas con discapacidad provienen de la sociedad, la cual falla en prestar servicios adecuados y en asegurar que se cumplan los derechos de todas las personas por igual. Desde esta perspectiva, se considera que la discapacidad es socialmente determinada y se propone la inclusión de las personas que integran este grupo poblacional, a partir de una superación de barreras que existen para lograr equiparar el acceso a los derechos.
Uno de los problemas que siguen afrontando actualmente las personas con discapacidad es que son percibidas como "enfermas". Este aspecto ha generado una barrera para su inclusión en el mercado laboral, puesto que cuando se relaciona la discapacidad con la enfermedad, la primera es equivocadamente asociada con baja productividad y ausentismo laboral. Esta barrera se debe a que todavía existe desconocimiento y temores infundados alrededor de la inclusión. A pesar de ello, hay empresas que han asumido el reto y han logrado mejorar la calidad de vida de muchos trabajadores con discapacidad.
A su vez, estas compañías han obtenido mejoras en aspectos internos, lo cual se ve reflejado en sus indicadores de productividad, eficiencia, accidentalidad y clima laboral.
Por lo anterior, es importante abrir la discusión en materia de inclusión laboral de personas con discapacidad y reftexionar sí realmente estamos construyendo una sociedad más incluyente y accesible. lmplementar ajustes razonables o apoyos de acuerdo con la necesidad representa un gana-gana para todos. Por un lado, las personas con discapacidad fortalecen su autonomía, lo cual les permite acceder a
educación, trabajo y recreación, entre otras actividades, y desenvolverse como personas independientes y capaces.
Al mismo tiempo, les permite aportar impuestos al sistema de salud y pensión, entre otros, lo cual dinamiza la economía, mejora los indicadores de pobreza y posibilita un mayor consumo. Toda esto redunda en un aporte al crecimiento económico al país.
La tarea de la inclusión es una responsabilidad que debe ser compartida entre el sector público, el sector privado, la academía y la sociedad en general, en vez de asumirse como un asunto aislado, donde cada sector busca formas de contribuir individualmente. Este es un trabajo articulado que permitirá generar un avance significativo en materia de inclusión de los Amigos del Alma. El impacto se logra mediante la consolidación de redes en las que participen diferentes sectores, instituciones y organizaciones.
Es fundamental establecer un ecosistema de inclusión en el que la persona que se vincule laboralmente o inicie sus estudios, cuente con las condiciones y garantías para que pueda llevar a cabo satisfactoriamente su labor. En este sentido, es importante garantizar, por ejemplo, que los trabajadores puedan comunicarse efectivamente con las personas de su entorno; comprender las instrucciones de las actividades a realizar; acceder a un sistema de servicios de transporte y de espacios públicos en los cuales pueda desplazarse sin mayores obstáculos; contar con implementos y herramientas en los centros de formación, y tener acceso a la capacitación adecuada para vincularse a su trabajo.